domingo, 11 de enero de 2009

Tu y yo...

Ni el ambiente era el apropiado, ni el lugar el correcto, ni la música tan siquiera era de mi agrado, pero la compañía lo arreglaba todo. Era el mejor momento de mi vida a pesar de que varios pares de ojos aún nos observaban. Una discoteca abarrotada no era un buen sitio para hablar, pero allí nos habíamos quedado los dos, rodeados de decenas de personas, pero solos…
-¿Salimos fuera?- te dije.
Sorprendido, vi como asentías. No sabía si tendría la suficiente confianza, pero en un arrojo de valentía conseguí articular:
-Dame la mano, no quiero perderte entre la gente.
Y aun más atónito que antes sentí como tu mano se agarraba a la mía y tus dedos se entrelazaban con los míos. Y así, salimos de ese local, donde el humo, la música y el gentío hacían imposible cualquier amago de intimidad.
Bajamos calle abajo y caminamos juntos, sin hablar, porque en ese momento las palabras eran demasiado superfluas, hasta el primer banco solitario que encontramos.
Todo había sido tan improvisado… Cuando salí de casa no tenía ni la más remota idea de que, horas más tarde, mi sueño se estaría cumpliendo.
-Y bueno… Yo… Esto…-casi no era capaz de proferir sonido conocido.
-Entonces… ¿Querías algo?
No sabía a dónde mirar, pero de repente vi nuestras manos, aun juntas. Tus dedos jugaban con los míos, y eso me armó de valor.
-Yo… Me gustas. Me gustas mucho.
-Supongo que tanto como me gustas tú a mí.
Y mientras nuestros ojos no paraban de mirarse, empezamos nuestra historia juntos.

1 comentario:

Lucía dijo...

oh que bonito, esto sucedió de verdad?